La foto era muy elocuente. La verdad que era un negro muy feo. Me dio pena verlo así. No se lo merecía. Eso que tenía escrito, guardado por ahí, era lo único que me ataba a esa imagen.
“¿Y ahora qué?” pensé.
Me levanté de la silla y enfilé hacia la calle. Sobre la mesa dejé la taza vacía, el dinero del café y el diario con las noticias de ayer. Abierto en las policiales, titulaba en letras grandes: “peligroso delincuente abatido en operativo”.
Carlos (fragmento)
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